suegra no hay

Suegra no hay más que una… ¡gracias a Dios!

Tener una suegra es como padecer ardor de estómago, uno lo tiene ahí al acecho día y noche, controlado como buenamente puede con sus medicamentos sin receta y su bicarbonato, pero sabiendo que a la menor de cambio y sin previo aviso tendrá el esófago en llamas un lunes a las ocho de la mañana coincidiendo con la reunión más importante del mes y sin poder hacer nada por remediarlo.

Y es que las suegras son suegras siempre y, como el mal y Hacienda, nunca descansan, y por muy buena que sea la que te ha tocado en gracia te tendrá ahí, en el punto de mira para siempre, aunque parezcas buena gente, aunque cuides de su retoño y lleves mechas de señora de bien y zapato de medio tacón de catequista o te hagas la raya al lado de chico bueno y te afeites cada día o aunque le hayas hecho fiesta nivel Premium cuando te regaló las zapatillas de anciano enfermo por Reyes o el mantel de seis servicios made in Portugal que te mata de tristeza de sólo mirarlo.

Las suegras son suegras. Siempre. Aunque no todas son iguales. La variedad es amplia, que lo mismo te puede tocar una suegra sargento que ponga orden en tu vida y en tu armario, que una suegra mártir que se queje día y noche de lo solita que está y del poco caso que le hacéis, que una suegra neohippie que te haga friegas de romero y te sintonice los chakras antes de la hora de comer, que una forever young que lleve extensiones de metro y medio, uñas de gel y minifalda de fulana de extrarradio a sus cincuenta y tantos y coquetee con tus amigos ojipláticos en los cumpleaños de los niños en el parque de bolas.

También hay buenas suegras, eso es verdad, algunas incluso se mantienen buenas cuando se convierten en abuelas y se pelean con el pediatra por las curas del ombligo ‘que eso tiene que vendarse como se ha hecho toda la vida, con tanta modernidad y tanta leshe’, o contigo porque la manzanilla es un básico fundamental en la dieta del bebé al que no piensa renunciar.

Entrometidas, mandonas, ausentes o folloneras. Acaparadoras, criticonas, mártires, quisquillosas… ¡y hasta buenas! Hay suegras para todos los gustos —y disgustos— y en el libro ‘Suegra no hay más que una… ¡gracias a Dios!’ las tenemos fichadas a todas. Una divertida e irreverente incursión en las relaciones con la familia política y sus aterradoras consecuencias, revelando todas las claves para superar con éxito aquellas pruebas de fuego de cuyo resultado depende que la suegra nos ame para siempre o nos destierre al taburete cojo en la merienda de los domingos.

Hija no hay más que una

 

Flor Enjuto, nuestra firma invitada de hoy, ha trabajado durante más de 15 años en diferentes medios de comunicación y es la autora del exitoso blog «Hija no hay más que una… gracias a Dios». Ahora publíca el libro ‘Suegra no hay más que una… ¡gracias a Dios!’ a la venta desde el 10 de marzo en los centros FNAC, El Corte Inglés, La Casa del Libro, Amazon y en las principales librerías.

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