«Aún la quiero, dos novias y cinco años después». A veces en lo más hondo de nuestro ser escondemos secretos que no nos apetece compartir ni siquiera con nosotros mismos. Sabemos que son verdades como templos, pero preferimos esconderlas en un cajón y tirar la llave al mar. La artista norteamericana de origen taiwanés Candy Chang quiso dar a mucha gente la oportunidad de confesarse sin tener que enfrentarse a la crítica o a los prejuicios del mundo exterior.
La idea es simple: los visitantes del Cosmopolitan de Las Vegas, en Estados Unidos, accedían a una especie de confesionario en donde rellenaban una tablilla con un secreto a compartir. Lo introducían en una urna, en donde todos se mezclaban para mantener el total anonimato y posteriormente eran expuestos.
Sin duda debe ser terapéutico de algún modo, ver que todos hemos cometido errores que nos avergüenza revelar o sorprenderse de lo nimias que pueden ser nuestras ‘miserias’ ante otras historias mucho más duras. En definitiva, una instalación original y atrevida que no habrá dejado indiferente a ningún visitante, y que sin duda conforma un experimento digno de debate entre psicoanalistas, que tendrían que decir mucho al respecto.
Aquí os dejamos la web de la autora, y un artículo con más información sobre la instalación.
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